viernes, 13 de junio de 2008

Importante financiera seleccionará secretaria de directorio

Ayer tuve una entrevista a la que no quería ir, pero que tampoco podía rechazar. De antemano sabía que no iba a resultar, que no me iba a convenir, que era más de lo mismo, pero una conocida a la que le había pasado mi currículum hace un tiempo, lo presentó en su empresa en cuanto se enteró que andaban necesitando una secretaria de directorio.

En el imaginario de muchas de las personas con las que me relaciono no hay posibilidad de pensarme en otro rol que no sea el de secretaria. Quiénes me conocen mejor, y saben cuáles son mis intereses y mis cualidades, entienden que hago lo que hago porque no me queda otra. En cambio, con quiénes tengo charlas más ocasionales y escuchan mis angustiosos relatos sobre mi situación laboral actual, con toda su buena voluntad tratan de ayudarme a conseguir otra cosa, que termina siendo la misma cosa.

Además, también suele suceder que muchos no conciben, no aceptan, no les entra en la cabeza que no me encante ser secretaria bilingüe en una importante empresa, asistiendo a un alto ejecutivo. Sería imprescindible, en estos casos, definir importante empresa y alto ejecutivo, porque existen significativas diferencias de criterio.

Ese anhelo equivocado, ese sueño a contramano de Susanitas setentosas que estudiaban secretariado en el Ilven, es el brote del que se desprende la concepción que sostiene que existen trabajos ideales para mujeres y que esos trabajos son, justamente, los más serviles o los que implican la manipulación del gran terror del machote argentino promedio: los niños. Cuántas veces, de chica, habré sido una testigo fastidiosa de conversaciones femeninas, esperando detrás de la pollera de mi abuela mientras ella conversaba en la calle con alguna vecina, y habré escuchado algo así:

- Claudita, la hija de Graciela, entro de maestra en la 21.


- Mirá vos…¡Qué bien! Ese es un lindo trabajo para una mujer.

¡¿Lindo trabajo para una mujer?! ¿Por qué? ¿Será porque todos piensan que las mujeres adoramos a los niños “naturalmente”? (También en este caso sería importante definir naturalmente. Y, por qué no, niños.) ¿Será porque tenemos “instinto maternal”? Bueno, sí, lo del instinto y el amor por los niños se filtra siempre en esos discursillos de machismo barato de las 11 de la mañana del martes mientras se baldea la vereda. Sin embargo, el magisterio ha sido considerado por muchos como una linda profesión para señoras y señoritas porque les permite mayor flexibilidad de horarios, encontrar alguna escuela cerca de la casa y, si la docente en cuestión tiene la fortuna de casarse y echar al mundo un par de críos, puede resignar algún turno y así tener la comida siempre lista cuando llega el jefe de la familia.

La docencia, a mi criterio, tiene la nobleza de la medicina porque también salva vidas. Los maestros nos curan la enfermedad de no-leer, que es una de las cosas más terribles que nos pueden pasar en estos tiempos. Pero, sin embargo, en casa la que es maestra es la nena, el otro es “M’hijo el dotor”
[1].

Por esa misma época (25 años atrás) en la que hacía vereda con mi abuela, quien intercambiaba opiniones con todo el barrio en un ida y vuelta de armonioso cotorreo, si una chica, la hija de tal o de cual, había conseguido un buen puesto de secretaria en una empresa reconocida, eso ya eran palabras mayores.

- Sandrita entró a trabajar de secretaria de un gerente en la empresa Sevel. Parece que es un hombre muy importante.


- ¡Ah! Ese es un muy buen trabajo. Ahí puede progresar, puede ganar bien.

- Sí, por lo que dice Nilda, la oficina es muy linda, con todos los lujos. Y le dan uniforme.

¡Nooo, Sandrita! ¡No te pongas uniforme! Y no me vengas con que es lo mejor, con que es cómodo, con que es práctico, con que no tenés que pensar qué ponerte todas las mañanas o que no tenés que gastar para vestirte. Que te paguen más para que puedas comprarte la ropa necesaria para ir al trabajo, lo cual realmente implica un gasto considerable, ya que no es lo mismo que estar en casa todo el día en jogging o en pijama. Pero el uniforme nos homogeniza, nos aliena, nos hace parecer a todas las mismas pelotudas, nos borra los rasgos, anula nuestras diferencias y no las diferencias de clase, que es la excusa de muchos uniformadores, porque si alguna tiene más plata que otra va a venir con una cartera más cara, lo que suprime es nuestra diversidad. El uniforme nos disfraza de iguales, destiñe nuestro color y el color de los otros.

Distinto es un delantal, necesario para que quienes están realizando un trabajo con riesgo de mancharse no terminen arruinando su propia ropa todos los días. ¿Pero las empleadas de oficina necesitan uniforme/delantal? ¿No corren acaso el mismo riesgo que el personal jerárquico de mancharse con una lapicera de sangre azul o con un café inquieto?

Claro, sin embargo, imaginen qué paisaje tan grasa ofrecería el banco Francés si la dark-receptionist usara sus trajes góticos, mientras la cajera contrastara con una polera en tono mostaza. Ni hablar de que justo pase, en un descuido, la encargada de la limpieza en remerón y calzas. ¡Me muero! ¡Por dios! Acá no importa de dónde somos, mientras no se note que algunos se vienen todos los días desde Isidro Casanova.

Todo este encadenamiento divanesco surgió del primer eslabón de la entrevista que me consiguieron, con las mejores intenciones, ignorando que hoy en día yo preferiría ir a vivir a Trevelin y preparar dulces caseros todas las tardes o vender poesías en el tren, antes de volver a la frustración cotidiana de servir el café. Creo mi experiencia actual marca un antes y un después. Es decir, una vez que logre salir de acá no quiero volver a trabajar de lo mismo en una oficina similar a esta, sometiendo mis habilidades al látigo degradante de otro jefe abusivo.

Todo esto yo ya lo pensaba antes de entrar, pero tenía que ir, tenía que soportar ese momento y decir que no, eso era todo. Además, por lo menos eso era más sencillo que decirle que no iba a la persona que me consiguió la entrevista, totalmente convencida de que me hacía un gran favor.

Así que fui a la hora señalada y me encontré con la fotografía exacta que tenía en la cabeza: una financiera muy top, decoración muy minimalista y masculina, con sillones de cuero negro y paredes de piedra gris, y un señorito joven, pedante y engreído que fue quien me entrevistó en su oficina. Otro pichón de mamut.

Este ejemplar presumido y altanero, representante último modelo del machismo actual, me confesó no haber leído mi cv y me pidió que le cuente lo que estaba haciendo actualmente, cuáles eran mis intereses, etc. Después de comentarle, con muy poco entusiasmo, aquellos puntos que me parecían más relevantes, él se atrevió con un par de preguntas:

Pregunta idiota_1: - Acá veo que estudiaste diseño casi 3 años. ¿Y? ¿Qué pasó que no terminamos?


Pregunta idiota_2: – Y ahora te faltan 10 materias de esta carrera pero no estás cursando. ¿Por qué? ¿Qué pasó ahí? – Decía levantando la vista del papel y esbozando una patética sonrisa picaresca que pretendía ser intimidatoria pero, en su cara de nabo, resultaba grotesca.

Pregunta idiota_3: - ¿Trabajás en Puerto Madero y querés cambiar de ambiente? ¿Querés venir a trabajar acá, a pleno centro? ¿Lo pensaste bien? - Cuestionaba asombrado, y se le hacía agua la boca recordando mil restaurantes en un sólo segundo.

Su rubia y limitada cabecita repasaba el resumen académico y laboral de mi vida y no podía concebir que yo, a 15 años de haber salido del colegio, no hubiera terminado ninguna carrera. Sus gestos displicentes y el absoluto desinterés de sus ojos me dejaron completamente aliviada. Ya sabía que ni siquiera iba a tener que decir que no y tratar de explicarle a ese proyecto de Donald Trump por qué no iba a aceptar el puesto

Yo corría con ventaja. Quien presentó mi cv en la empresa tiene a este parásito financiero como jefe y me había anticipado que tenía 35 años, mucha plata, que pretendía ser muy cool, que tenía una noviecita hueca y un estilo de vida como el los personajes de las publicidades de seguros. Así que me fui preparada, pero tenía que esperar la oportunidad.

Cuando terminó la reunión me pidió que esperara un segundo, que iba a hacer una consulta a RRHH. Yo no podía creer tanta suerte, mis glúteos generosos jugaban a mi favor una vez más. Así que fui hasta el perchero, donde estaba colgada la valijita porta-notebook, la abrí, inspeccioné y en el bolsillo de adelante, en el que no guardaba nada fundamental como para revisarlo constantemente, dejé caer una diminuta tanga fucsia, que se acomodó casual y divertida en su nuevo rincón, cual recuerdo de perrita trepadora en celo.

- Muchas gracias por haber venido, la verdad es que por el momento no te vamos a necesitar. En realidad tenés mucha experiencia para el puesto que tenemos que cubrir ahora y bueno, estamos buscando alguien más joven.- Se atrevió a decirme como despedida.

- No hay problema. Seguramente tu novia (típica señorita de bien que se mantiene alerta ante el ataque de cualquier tilinga que ponga en peligro su chequera), muy pronto, también va a empezar a buscar alguien más joven y no tan experimentado como vos.




[1] Florencio Sánchez

14 comentarios:

Feminoides dijo...

Que odioso. Lo peor es cuando se creen importantes. Estudiaste diseño!? que genia.
Empezá a abocarte a otro tipo de laburos, si queres cambiar yo no creo que tengas dificultades para hacerlo.

"el uniforme nos homogeniza, nos aliena, nos hace parecer a todas las mismas pelotudas, nos borra los rasgos, anula nuestras diferencias"

Jaja indudablemente lo mejor del texto jaja.

Any dijo...

Decime por favor que es cierto que le contestaste asi al despedirte! Jajaja! Buenísimo.
Siempre paso por aca porque como soy otra secretaria harta de soportar jefes impresentables, me siento al menos reconfortada leyéndote.
un gran saludo

Psicoloca dijo...

Secretaria, al fin leo algo nuevamente de su autoria... :)
Dejeme decirle un par de cosas por favor...Noto un cierto infantilismo en su enojo hacia los hombres... Yo eh sido secretaria también, eh tenido que servir cafés e ir a retirar recetas de antipsicoticos... Yo tenia 4 jefes.. Algunos más insoportables que otros, por supuesto... Pero lo tuyo deja ver ya una cuestion de género, sexista tal vez...
Acaso te sentirías mejor siendo tu la jefa y el hombre tu secretario?
En cuanto a los uniformes, por un aldo esto de acuerdo.. nos hacer ver a todas iguales, ayudan a que las grasas se nos parezcan (o nosotras a ellas, q es peor). Pero por otro lado, si nos ahorra la molestia de tener q comprar ropa y de gastar la nuestra. En mi armario hoy en día solo verás atuendos de oficina, no tengo joggin, ni calza, ni remerón... es más!, ni siquiera tengo pijama
Un beso enooorme y buen finde!

Alegria de leerla nuevamente

Mariscal dijo...

Si tento te molesta ser secretaria, porque nom probás limpiando las oficinas?

Lo mismo le digo a una compañera de trabajo.

Yo tengo un puesto determinado en la empresa, y por falta de personal debo muchas veces hacer tareas que no me corresponden.

Pero como por ahora no tengo algo mejor para hacer, no me quejo.

Hagamos Ohm dijo...

Me sentí identificada con lo que escribiste.

No por ser secretaria.

Hay gente a la que le cuesta comprender que uno no haya terminado todos los cursos que ha hecho. Yo dejé varios por la mitad, por varios motivos, y también estudié diseño.

Me han dicho muchas veces "en tu C.V. no debería figurar lo de diseño, no coincide con el resto de las cosas".

Hay muchas personas que teniendo un "título" se creen que son mejores que los demás. Quizás sí, en su especialización sí, pero los sacás de ese cubículo, y no saben para donde arrancar...

Saludos!

(y es horrible cuando alguien te recomienda en un lugar y sabés de antemano que vas a decir que no, y hay que ir igual para no quedar "mal" =S)

Anónimo dijo...

Psicoloca, espantoso tu comentario "ayuda a que las grasas se nos parezcan, o nosotras a ellas, que es peor..." Pesadísimo. Ni siquiera vale la pena desgranar lo reaccionario de tus palabras.
Como grasa que soy, espero nunca parecerme a vos.

Anónimo dijo...

Yo adoro ir a una entrevista cuando sé que me puedo dar el lujo de decir que No, gracias.

Anónimo dijo...

Nena tus escritos son una pintura. No puedo parar de leerlos.
Sos genial!!!

MelyPaz dijo...

No entendí, ¿por qué la tanga?...

Es entretenido tu blog, pero a veces es muy negativo =S

Saludos!

Sil dijo...

Después de haber pasado por 5 trabajos (4 de ellos como secretaria) aprendí que no importa cuán top sea la empresa, o cuán copado sea el jefe, una secretaria siempre será casi una esclava.
Se me acaba de caer el bidon del dispenser en el dedo del pie. Espero no haberme quebrado :'( Porque también tengo que cambiar el bidón de agua.

felicitas horton dijo...

Entrevistas de trabajo he tenido muchas, ninguna satisfactoria debo decir… por lo general me dicen:- “tenes mucho curriculum para el puesto”… Yo me pregunto, si voy a la entrevista es porque me interesa el trabajo, ¿cuál es el problema de saber tanto?... Son unos retrógrados mentales. Y así comencé mi pequeño emprendimiento del cual estoy feliz, aunque siempre busco mejorarlo…
Si no es porque estas gorda, porque sos medio negrita, porque te sobra estudios o experiencia… siempre hay un porque no te aceptan, y es porque van a poner una que les conviene. Sea por la razón que sea van a poner a alguien cojible de pocos sesos y fácil de descartar sin quilombos…o que tape los grises trasfondos del cuerneo…
Quizás debamos buscar donde no creemos posible el acceso, porque de secretarias habría que ver realmente para que las quieren… por lo general para lo que dicen en el pedido NO ES…

leticia dijo...

Preguntas odiosas frecuentes en las entrevistas:

1. ¿cómo te ves en 5 años?
2. estás cursando una materia, de qué se trata?
3. ¿ya sabés de que va a tratar tu tesina?
4. que hace tu mamá?
5. cómo te llevás con tus hermanos?
6. tenés novio? Qué hace? Piensan casarse? Y tener hijos?
7. ¿cuál es tu defecto? (muchos! Pero no te los voy a decir!)
8. cómo superaste la separación?
9. te deprimís?
10.menstruas mucho?

Y más, más y más. Lo mejor irse preparada con speech acorde.

Psicoloca dijo...

Secreeee donde estás?
Te extrañamos por el mundo blogeril!
Deleitando con otra anecoda porfa!
Besooos

Anónimo dijo...
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