jueves, 26 de marzo de 2009

Quieren matar al ladrón

Empiezo a creer que debería haberme tocado la teta izquierda aquella vez cuando mi ex-jefe me lo exigió por haber mencionado a Cacho Castaña sin saber que era mufa.

Creo que podría haber matado dos pájaros de un tiro: satisfacer a ese gordo pajero y ahorrarme una racha de mala suerte que ya parece haber empezado. Porque de ahí en más se desencadenaron una serie de hechos que me arrastraron hasta dónde estoy ahora. Sí, definitivamente Cacho Castaña es mufa.

El año pasado dejé de escribir este blog en el que solía exorcizar periódicamente mis demonios bilingües y ejecutivos. La causa principal en ese momento fue la paranoia. Tuve un descuido y casi me descubre. Fue un accidente que me dejó muy expuesta (esa cosita loca llamada inconsciente…) y que merece ser contado con más detalle en otra oportunidad, para no confundir. A eso se le sumaron ciertos problemas personales, y esos sí que no vale la pena contarlos porque todos tienen los suyos y este no es un blog de lamentos y enfermedades. Este es un blog de justicia, reivindicación y venganza. Bue…quizás estuve muy pretenciosa, pero me puedo dar esos lujos en este cielo virtual sin censura.

Volví. Por lo menos por ahora, por lo menos por hoy. Necesito de vez en cuando este espacio en el que dejo de ser secretaria y vuelvo a ser yo. Soy por fuera de lo que hago. Acá no soy lo que hago, soy quien relata lo que hago y eso me reconcilia con mi deseo. Al menos por un ratito.

En esta pequeña y cálida oficina de ambiente familiar (si es que a uno le hubiera gustado ser pariente de Hitler) el tema estrella por estos días es la inseguridad, que ha sabido luchar por su primer puesto destronando nada menos que al precio del petróleo y la crisis mundial.

Esta mañana el cretino entró sacando chispas. Arrastraba un hedor inmundo, mezcla de mal aliento, loción de afeitar y café de máquina. Hasta viéndolo de espaldas se le notaba que había discutido con la mujer. No saludó, como de costumbre. Fue directo a su escritorio y me gritó que le prepare café. Entonces fui a la cocina y me dispuse a preparar un cafecito de los especiales, porque presentí un día denso. Después me gruñó un nombre para que lo comunicara por teléfono con esa persona. Le pasé el llamado y mientras se preparaba el café pude escuchar de fondo la conversación: que había discutido con la mujer, que encima lo agarró una congestión de tránsito para entrar a Puerto Madero, que qué bien que había hablado la gorda (así le dice a Lilita, porque entre los cerdos fascistas siempre hay confianza) después del escrache, etc. Y por fin llegó la obvia, pero no por eso menos esperada, coincidencia, aprobación y reivindicación de las brutales declaraciones de Cacho “Cruzo los Dedos” Castaña.

Cerdo fascista: - Alguien lo tenía que decir con todas las letras. La gorda no lo puede decir por una cuestión política. Se la tiene que aguantar, se tiene que cuidar un poco porque si abre la boca se le vienen todo el zurdaje* encima. Acá hay que limpiar, como dijo este tipo. Y te repito, hay que tener los huevos bien puestos para salir a decirlo. - No, si hasta ya me parece que le gusta y todo. Pobre, hay que avisarle que es yeta. – Hay que matar a unos cuantos delante de todo el mundo y que lo televisen en directo para todo el país. A ver si le quedan ganas a algún negrito de provincia de venirse para acá después de eso.

No sé qué le habrá contestado en ese momento la otra bestia equivalente que oficiaba de interlocutor, porque largó una carcajada fuerte y nauseabunda con todo el aire que había en sus pulmones. Y fue tan pero tan intensa y tan pero tan repulsiva esa carcajada que me contagió las ganas de ver sangre y poder reírme igual que él. En la cocina, mientras la cafetera escupía, rítmica y persistente la infusión preparada especialmente con agua recién sacada del inodoro, cerré los ojos e imaginé mi propio paredón de fusilamiento. Mi jefe y mis ex-jefes indefensos y humillados mientras yo los obligo a tomar un cortado no sin antes escupirlo delante de sus narices.

Porque yo creo que si esto es ojo por ojo no va a quedar nadie. Pero no lo digo como una frase romántica y barata de magazine de la tarde. Lo que pienso es que si hay que matar “por las dudas”, “para que no reproduzcan”, “porque no tienen cura, no aprenden y no pueden reformarse” a todos los que cometieron algún delito contra la integridad física y psíquica de otra persona, entonces yo tengo un listadito con varios nombres que caen seguro.

Sabe que pasa, jefe, la gente está cansada de que la asesinen. No es que no se puede salir a la calle, es mucho peor que eso, porque dentro de su casa uno también corre peligro. Y esto no sólo pasa en Capital o el Gran Buenos Aires. Usted va a Salta, por ejemplo, a Las Lajitas, un pueblo chico y tranquilo, esos lugares en los cuáles la gente deja la puerta de calle abierta y el auto con las llaves puestas. Los nenes juegan en las calles de tierra y los viejos toman mate a la vera de las vías muertas de un tren que ya no pasa por ahí. Pero un día llegan unos tipos muy empilchados, haciéndose los gauchos pero con camisa rosa (gauchos eran los de antes, pensará seguramente más de uno en el pueblo) y les dicen que van a instalar un campamento, obviando aclarar ciertos detalles, porque seguramente los pueblerinos no entienden tales negociados. Les cuentan que van a traer unas máquinas para excavar y comprobar si en ese lugar hay petróleo. Tampoco les dicen que si hay petróleo ellos no verán nunca ni la más mínima ganancia, aunque lo encuentren debajo de su propia cama.

Al principio las personas del lugar se entusiasman porque les explican que esto va a ser muy beneficioso para todos. Van a darle trabajo a unos cuantos hombres para iniciar el proceso de exploración y tampoco les dicen que los van a contratar porque son mano de obra mucho más barata que la que se consigue en Buenos Aires, total ellos qué saben del mínimo salarial y el sindicato. También van a necesitar comida para las 30 ó 40 personas que van abastecerse en los negocios del pueblo comprando todo lo que precisen y los servicios que les puedan ofrecer. Así que hasta las putas festejan. Pero pasa un tiempo y muere un peón que arriesgó su vida para excavar un pozo que, con suerte, no está seco. El agua se contamina, los nenes ya no juegan en las calles, los viejos se mueren, pero no se mueren de viejos. Y ni hablar si en lugar de petróleo el negocio es minero. Entonces el pueblo queda devastado, familias desmembradas, enfermedades, miseria y, para colmo, se fue el circo.

Por eso le digo, lo de la inseguridad es terrible. Ya no se puede vivir en ningún lado. Dígame si eso no es un asalto a mano armada. Usted está lo más tranquilo en la paz del campo o la montaña, en un lugar remoto en el que cree que nunca le va a pasar nada y vienen unos tipos, le mienten (porque vio que los ladrones tienen estrategias muy astutas para engañarlo a uno), lo desvalijan y se van lo más panchos. Totalmente impunes. Y guarda con querer defenderse, con hacer la denuncia. ¡Ojito! Ni se le ocurra porque lo pueden amenazar y hacerlo callar como sea.

Por eso, reflexionando sobre todo esto, yo también creo que hay que hacer algo con el tema de la inseguridad. Pero tené cuidado Cacho, no te olvides quién es el ladrón que se robó una mujer.



* Entiéndase por zurdaje al conjunto que incluye a todas aquellas personas que no están de acuerdo con aplicar la tortura y la pena de muerte como política de seguridad para combatir la delincuencia